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El Encierro

Encierro de Pamplona

Seguramente, a lo largo de la historia de la humanidad, ningún espectáculo de una duración tan corta, aproximadamente tres minutos haya aglutinado tal cantidad de espectadores y participantes en este “acto”, como es el encierro de Pamplona.

Su historia data de siglos atrás, los primeros documentos son del siglo XV, y en ellos atestiguan como espectáculo muy antiguo que ya se realizaba éste, el encierro, no como lo conocemos actualmente, ya que en un principio lo que se hacía era correr a la par o detrás de la manada “azuzándoles” desobedeciendo las ordenanzas municipales que lo prohibían.

Y decimos que puede ser anterior a este siglo, ya que la primera corrida de toros data de 1385, bajo el reinado de Carlos II “ el malo”, y de alguna manera habían de conducir los toros a los corrales situados en la plaza del Castillo, lugar en el que se celebraban las corridas y dado que sólo había dos puertas de acceso, la de la Rotxapea y la de San Nicolás, debían atravesar parte de la ciudad en manada y guiadas por un caballista denominado abanderado que era quien por delante de la manada abría paso al cortejo. En aquellos tiempos se denominaba entrada a lo que hoy conocemos por encierro.

Los toros eran “maltratados” en su caminar hacia los corrales, no sabemos si para estimular si carrera, por la emoción que podían sentir, o por defender, de alguna manera, que el animal o animales no abandonaran por ninguna bocacalle el recorrido. De las personas que se hallaban en el tramo del “encierro”, la mayoría portaba garrochas, picas, lanzas, palos, varas, zurriagas… elementos de época.

Pero mucho ha ido cambiando todo esto a lo largo de los años, y varias las veces en las que se a tratado de suprimir este espectáculo por considerarlo peligroso en todo el trayecto, no sólo de los voluntarios que arriesgan su vida, sino también por algún imprevisto que pudiera ocurrir al escaparse un toro y pudiera herir a alguna persona ajena a este acto.

A primeros del siglo XIX se construyen los primeros cosos taurinos fijos, ya que la preparación de la Plaza del Castillo para la celebración de las corridas de toros duraban 2 meses de trabajos intensivos y ésta era centro vital de la población. A partir de estas fechas las plazas de madera portátiles se construyen en el lugar que ocupa hoy la calle Estella y rompiendo la tradición los encierros se celebran entrando por el portal de San Nicolás en lugar del de Rotxapea. Pero el 21 de Mayo de 1951 comienza la construcción de un coso fijo y se termina en Diciembre de 1852, situado en el terreno que hoy ocupa el Teatro Gayarre. La inauguración de esta plaza marca el actual recorrido del encierro, los toros seguían entrando por el portal de la Rotxapea, Santo Domingo, Plaza del Ayuntamiento, hasta aquí como anteriormente, y en lugar de subir por la calle Chapitela hasta la Plaza del Castillo, continuaba por Mercaderes, Estafeta y al final de dicha calle giraba a la derecha alcanzando el coso taurino.

Esto fue así hasta que en 1922 se construyó la actual plaza de toros, y en lugar de hacer el giro a la derecha. El trazado del encierro continua recto hasta la plaza de toros, cruzando la calle Juan de Labrit.

Los toros antes de entrar en la ciudad campaban en El Soto del Sadar, pero en 1898 y con toros de Concha y Sierra Andaluces, un grupo de pamploneses, cuando éstos atravesaban la Vuelta del Castillo y en venganza por haber puesto banderillas de fuego a un toro de Espoz y Mina, antes carriquiri, metieron ruido con latas y piedras lo que hizo que los astados se desmanaran, con el fin de que no se celebrara esta corrida de toros andaluces, cinco fueron localizados en la balsa de Loza muy cerca de Pamplona, el sexto huyó en dirección a la Barranca y andubo varios meses campando a sus anchas, cubriendo vacas y dando sustos y revolcones, hasta que en Noviembre del mismo año fue rematado a tiros por la Guardia Civil.

Para que el encierro se llevara a efecto sin estos sobresaltos, se decidió en 1899, que los toros estubieran en el recinto de la antigua fábrica de gas y por la noche se subieran al baluarte de la Rotxapea para dar comienzo el encierro a la mañana siguiente, algo que se viene repitiendo cada día de San Fermín hasta la actualidad, lo que denominamos “encierrillo”.

Así podemos decir que el actual recorrido del encierro se divide por tramos:

Santo Domingo considerado por muchos como el tramo más peligroso ya que es nuesta arriba y los toros acaban de iniciar su carrera, la velocidad en este tramo es impresionante, Plaza del Ayuntamiento, es muy corto y fugaz el paso de los animales, aquí toman una leve curva hacia la izquierda para encarar la Calle Mercaderes, en este lugar los toros aún mantienen una fuerte velocidad hasta encarar la Calle Estafeta, en cuya curva de conexión es muy normal que algún toro caiga al suelo, dado que dicha curva es prácticamente de 90º, y ahí comienza un peligro añadido, y es que algún toro quede descolgado de la manada.

Esta calle, la Estafeta, es el tramo más largo, y a su vez la dividimos en dos partes, la 1ª hasta la Bajada de Javier, hasta donde la manada mantiene un ritmo rápido y la 2ª a partir de Aproximadamente la mitad de la Calle, en la cual es muy posible que la manada éste “rota” y esto unido a que lo toros han bajado ritmo de carrera, da lugar a que las carreras sean más largas y con el peligro de que una vez finalizada la carrera te encuentres con uno o más toros descolgados que por un instinto de defensa envistan a todo lo que se mueve a su alrededor.

El siguiente tramo, el de Telefónica-Callejón, es muy similar al del final de Estafeta con la salvedad de que todo el recorrido hasta la plaza de toros está delimitado por vallado, zona ésta en la que las cogidas suelen ser producidas por toros que han quedado retrasados y bien por el cansancio acumulado por la carrera, bien por el despiste, o por ambas cosas, los toros, generalmente arremeten contra todos los corredores que les citen, y aquí es donde los corredores pueden demostrar con más claridad como se guía a un toro en la dirección correcta, es decir hasta los corrales de la plaza de toros.

Pero aún queda un tramo, el último y posiblemente el que más precauciones si cabe, hay que tener, pues hay que atravesar el túnel, debajo de las gradas de la plaza de toros, el Callejón propiamente dicho, para acceder al redondel y es el lugar donde en varias ocasiones, la primera el día de la inauguración de este coso taurino, el 7 de Julio de 1922, se han formado “montones”, corredores que caen unos encima de otros, formando un tapón, no dejando pasar a la manada de morlacos. Una vez que los toros pisan la arena, los corredores deben ir hacia la barrera más próxima, dejando que los toros y mansos sigan su camino hacia los corrales, de no ser así, serán conducidos por los dobladores, ayudados por los pastores que acompañan a la manada en todo el recorrido del encierro.

El encierro ha terminado y lo normal suele ser con algunos contusionados pero también los hay, más veces de las deseables, en el que ha habido cogidas graves, y alguna vez las menos, algún muerto.

Que se tenga constancia han sido catorce los muertos en la historia del encierro, el último en 2003, y en dos ocasiones 1947 y 1980 han sido dos los muertos en el mismo encierro. Pero dejemos aparte las tristezas y continuemos hablando de la grandeza de este espectáculo sin igual. Por supuesto que se pasa miedo, angustia, nervios… pero al final, después de una carrera, la satisfacción personal es inerrable, sólo se puede sentir corriendo en cualquiera de los tramos del encierro de Pamplona.

Pamplona y Navarra, no se puede dudar, después de lo escrito, es una zona de amplísima tradición taurina, de hecho la historia del toro bravo tiene su inicio en esta tierra.

Las ganaderías más antiguas proceden del toro navarro, y el lance más antiguo del toreo que se conoce es “La Navarra” una especie de verónica con giro del torero ante la cara del toro. El toreo en esta tierra, poco tiene que ver con el toreo andaluz, el toreo de capa y muleta, mientras que en éste se utilizan las manos, aquí predomina la fuerza de las piernas, las suertes que se realizan son el quiebro, el recorte, el salto, etc., siempre jugando con el toro a cuerpo limpio.

Es tradicional en la mayoría de los pueblos de Navarra los encierros de vacas o toros, así como la suelta de éstos en el coso taurino, pero la máxima expresión de este estilo, si se puede llamar así, de toreo, es el encierro de Pamplona, una ciudad que siempre a preferido ser torista que torerista, es por ello que las ganaderías de mayor prestigio nunca faltan a la feria de toro.

Pero como toda afición taurina Pamplona también ha tenido y tiene sus toreros. Siempre han estado los primeros del escalafón, y aquí se han forjado figuras que antes de venir a esta Plaza eran poco conocidas. Podemos hablar de maestros como: Rafael Gómez “El Gallo”, Manolete, Gitanillo de Triana, S.M. El Viti, Diego Puerta, Antonio Ordóñez, Paquírri… y así seguiríamos con una lista interminable.

Siempre ha habido predilección por alguno de ellos, la afición Pamplonesa nunca olvidará a los Ordóñez, Puerta, Camino, Viti, Paquírri, Ruiz Miguel, Espartaco, y más recientemente César Rincón, Ponce, José Tomás… interminable, unos como Ordóñez por su amor a Pamplona, pastor del encierro en varias ocasiones, otros por carisma y su forma de entender el toreo ante los toros de los llamados “duros”, recordaríamos faenas en las que realmente en la arena, se estaban jugando la vida, pocos años atrás las faenas de J. A. Ruiz “Espartaco”, ponían en pie la plaza.

Se dice que las afición de Pamplona no entiende de toros, que es bulliciosa y que va a su juerga, pero lo real es que cuando hay una faena, la plaza se vuelca con el maestro de turno y lo valora, posiblemente más que en ningún otro coso.

Por supuesto que ésta también es tierra de toreros. Goya en sus grabados refleja la figura de “El licenciado de Falces”, torero que empezó a dar forma a los lances de capa. Pero volviendo a nuestra época más reciente, recordamos a los Hermanos Marín, Marquitos y la gran figura del momento, y posiblemente mejor rejoneador de la historia Pablo Hermoso de Mendoza.

Infinidad de novilleros y matadores que habiendo tomado la alternativa se retiraron, por ser ésta su ilusión, vestirse de oro. Pamplona siempre estará arraigada a la fiesta del toro, sus encierros nos seguirán llenando de emoción cada mañana de las fiestas de San Fermín.

Cuando las campanicas de San Cernin están dando las ocho y los mozos en la cuesta de Santo Domingo terminan de pedir protección al Santo y le gritan, ¡Viva San Fermín! Gora San Fermin!

Javier Itoiz

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